De pequeña inventaba cuentos y lo pasaba en grande creando nuevos mundos e historias. A veces las interpretaba o las representaba con mis muñecas. Otras veces, las dibujaba… O lo intentaba, ya que el talento para el dibujo se quedó en las manos de mi padre.
Contaba muchos chistes. Era adicta a los cassettes de Eugenio y recuerdo como en las noches de verano me subía a una mesa en la casa donde veraneaba con mis abuelos y primos y los interpretaba para todos los vecinos. Por supuesto, en Navidad tampoco cantaba villancicos, sino que recitaba chistes.
Leía mucho: Cuentos, novelas, cómics y todos los horóscopos de las revistas que caían en mis manos.
También me pasaba horas clasificando chinchetas de colores. Sí, un poco TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo), pero me relajaba, y me sigue relajando, poner las cosas en orden y organizar espacios e ideas.
Bailaba a todas horas, en clase y fuera de clase, y siempre estaba montando coreografías o actuaciones teatrales. A los 19 años acabe siendo la profesora de la clase de hip hop en la que había empezado como alumna tres meses antes.
Después de licenciarme en Psicología, pasé unos 6 años “desenfadándome” con la carrera, que me había servido mucho a nivel personal pero no profesional, así que indagué por mi cuenta explotando mi “autodidactismo” y centrándome en temas educativos.
Finalmente decidí especializarme en sexualidad. Y a partir de ahí, llegó todo. Esa decisión fue el disparador y la vida me puso por delante, de forma muy evidente y fluida, a personas y oportunidades que me permitían realizarme en todo lo que me resonaba desde pequeña: el autoconocimiento, la astrología, la creatividad, el trabajo con el cuerpo, la organización, la danza, la comunicación, la escritura…
Y lo que intento es aunarlo todo para, sobre todo, hacer sentir bien y felices a las personas, que en algún momento de mi vida, se crucen en el camino; que era la misma intención por la que explicaba chistes.